En Mateo 28:16-20, Jesús se dirige a sus discípulos con una clara comisión: 'Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones.' Este mandato, conocido como la Gran Comisión, no es sólo una invitación a evangelizar, sino una advertencia sobre el contexto en el que se desarrollará esta misión: un mundo que está bajo la influencia de fuerzas malignas. Jesús enfatiza su autoridad al decir: 'Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.' Esta afirmación es crucial, ya que los discípulos están llamados a entrar en territorios que han sido ocupados por el enemigo.

La misión de los discípulos no es sencilla. Al igual que Jesús, que fue bautizado y lleno del Espíritu Santo antes de ser tentado por el diablo en Mateo 4, ellos también enfrentarán pruebas y oposición. La batalla espiritual es una realidad inherente a la misión que Dios nos ha encomendado. No debemos olvidar que Jesús mismo enfrentó estas fuerzas malignas en toda su plenitud, incluso hasta la cruz, donde la lucha alcanzó su clímax.

De esta manera, hay dos enseñanzas clave que son importantes para los que somos creyentes en el siglo 21. Primero, la batalla espiritual es parte integral de nuestra misión. Cuando nos embarcamos en el llamado de Dios, debemos estar conscientes de que no solo estamos compartiendo el evangelio, sino que también estamos desafiando la influencia del mal. Cada vez que llevamos la luz de Cristo a un lugar oscuro, estamos enfrentando a fuerzas que no quieren que el mensaje de salvación avance.

En segundo lugar, es fundamental que nos mantengamos firmes en la autoridad de Jesús. En medio de la oposición, debemos recordar que no luchamos en nuestras propias fuerzas, sino en el poder del que nos envía. La autoridad de Cristo es nuestra defensa y nuestra guía en esta batalla. Cuando enfrentamos las fuerzas del mal, es su nombre, y no el nuestro, el que tiene el poder para vencer.

La relevancia de esta verdad es evidente en nuestro mundo actual, donde la violencia, la confusión y la desesperación parecen estar a la orden del día. Como creyentes, no estamos exentos de estas realidades, pero podemos enfrentar cada desafío con la confianza de que la autoridad de Jesús está con nosotros. La batalla espiritual no debe asustarnos, sino motivarnos a vivir en plena dependencia de su poder.

Por lo tanto, al llevar a cabo la Gran Comisión, recordemos que cada paso que damos en fe es un acto de guerra espiritual. En cada conversación, en cada acto de amor y en cada testimonio, estamos reclamando el terreno que el enemigo ha ocupado. La misión de Dios está llena de esperanza, porque sabemos que la victoria ya ha sido ganada por Cristo. Sigamos adelante, firmes en su autoridad, y confiando en que, a pesar de las pruebas, ¡estamos en el camino de la victoria!

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Dr. Gerrit Vreugdenhil, Guerra Invisible, Cartago (Colombia: Presencia Ediciones), 2024